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Los pecados capitales

Según el historiador inglés John Bossy:

“los siete pecados capitales son la expresión de la ética social y comunitaria con la cual el cristianismo trató de contener la violencia y sanar a la conflictiva sociedad medieval. Se utilizaron para sancionar los comportamientos sociales agresivos y fueron, durante mucho tiempo —desde el siglo XIII hasta el XVI—, el principal esquema de penitencia, contribuyendo en modo determinante a la pacificación de la sociedad de entonces”.

En un principio, los pecados eran una advertencia respecto de cómo administrar la propia conducta. No se trataba como en los diez mandamientos de ofrecer las tablas de la ley, sino de mostrar las amenazas que podrían acechar a las almas. Se trató de un listado de advertencias sobre los peligros que puede acarrear la desmesura frente a lo deseable. Hoy existe una versión más simplona de esas advertencias, que son los libros de autoayuda, donde encuentras unas fórmulas para no engordar y otras para ser feliz en tres lecciones.

La suerte de estos pecados terminó en la época moderna, cuando la penitencia dejó de ser la forma de resolución de los conflictos sociales para transformarse en algo psicológico e interior a la conciencia de cada individuo. Fue el momento en que se abandonaron los siete pecados capitales para pasar a los diez mandamientos, que privilegiaban una relación vertical de cada individuo respecto de Dios, en vez de la horizontal entre los hombres, lo cual favorece la introspección personal.

Los pecados adquieren la categoría de capitales cuando originan otros vicios. Santo Tomás describe:

“Un vicio capital es aquel que tiene un fin excesivamente deseable, de manera tal que en su deseo un hombre comete muchos pecados, todos los cuales se dice son originados en aquel vicio como su fuente principal…”.

Para el especialista en temas islámicos Ornar Abboud

“el pecado no es algo inamovible. Varía de acuerdo con el punto de vista del observador y en referencia a la evolución del contexto social y cultural. La mayoría de las acciones consideradas como pecado hace dos siglos —un periodo ínfimo en la historia de la humanidad— hoy no tienen entidad pecaminosa. En el Islam no tenemos la visión del pecado original, lo que sí existen son definiciones sobre lo que es lícito o no. Llamamos haram a aquellas cosas que están vedadas y halal a las que están permitidas”.


Del latín "superbĭa", es el apetito desordenado de ser preferido a otros. El concepto puede asociarse a la altivez, el engreimiento, la presunción y la petulancia.


Del latín "avaritia", es el afán o deseo desordenado y excesivo de poseer riquezas para atesorarlas. Desde un punto de vista religioso se trata de un pecado, de un vicio ya que trasciende lo lícito y lo moralmente aceptable.


Del latín "luxurĭa", es el apetito desordenado e ilimitado de los placeres carnales. El término suele estar asociado al deseo sexual incontrolable, aunque, en realidad, también permite referirse al exceso o demasía de otro tipo de cosas. La lujuria se vincula con la lascivia, que es la imposibilidad de controlar la libido


Es un término de origen latino que se refiere a la furia y la violencia. Se trata de una conjunción de sentimientos negativos que genera enojo e indignación.


Se conoce como gula ese mecanismo humano caracterizado por el apetito desmedido en el comer y el beber.


Del latín "invidĭa", es el deseo de obtener algo que posee otra persona y que uno carece. Se trata, por lo tanto, del pesar, la tristeza o el malestar por el bien ajeno. En este sentido, la envidia constituye el resentimiento (el sujeto no quiere mejorar su posición sino que desea que al otro le vaya peor).


Es un término que procede de "pigritia", un vocablo latino. Puede emplearse para nombrar a la desidia o a la flojera que lleva a las personas a no poner empeño o a no desarrollar ciertas tareas que debería cumplir.